Alimentación en bebés con alergias alimentarias: primeros pasos sin miedo

Cuando un bebé recibe el diagnóstico de una alergia alimentaria, especialmente a la proteína de la leche de vaca (APLV), puede resultar abrumador en un primer momento. Surgen dudas, inseguridades y, en muchos casos, miedo. Sin embargo, con la información adecuada, el acompañamiento profesional y una actitud de adaptación progresiva, la alimentación de un bebé con alergias puede ser completamente segura, nutritiva y también disfrutable.

La APLV puede presentarse de distintas maneras: algunas reacciones son inmediatas y evidentes, como urticaria, vómitos o dificultad para respirar, mientras que otras son más sutiles y tardías, como cólicos persistentes, reflujo, piel irritada o cambios en las deposiciones. En todos los casos, es fundamental contar con un diagnóstico certero por parte de un pediatra o alergista. Este paso es clave para evitar tanto la exposición innecesaria como la restricción excesiva.

Una vez confirmado el diagnóstico, la alimentación complementaria requiere ciertos ajustes. Es necesario eliminar completamente todos los alimentos que contengan proteínas de la leche de vaca, lo cual no se limita solo a la leche fluida, sino también a sus derivados como yogures, quesos, mantecas y productos industrializados que puedan contener caseína, suero de leche, lactosa (cuando contiene trazas) u otros componentes lácteos. En estos casos, existen fórmulas infantiles especialmente diseñadas para cubrir las necesidades nutricionales de los bebés con alergias alimentarias, las cuales deben ser indicadas por el profesional de salud según cada situación clínica. La lectura detallada de etiquetas se vuelve una herramienta cotidiana e indispensable para evitar exposiciones accidentales.

A pesar de estas restricciones, existen múltiples alimentos seguros, variados y nutritivos que pueden ser parte de la alimentación del bebé: verduras cocidas y pisadas, frutas frescas, cereales sin gluten, legumbres bien cocidas, carnes, pescados y, en algunos casos, huevo (dependiendo de la tolerancia individual). La clave está en ofrecer estos alimentos de manera progresiva, observando siempre posibles reacciones, y garantizando una dieta completa y equilibrada bajo supervisión profesional.

También es importante acompañar emocionalmente a la familia. Vivir con una alergia no debería implicar un entorno lleno de miedo o sobreprotección. Es posible generar rutinas seguras en el hogar, crear materiales para cuidadores (como fichas con alimentos permitidos o teléfonos de emergencia) y conversar con jardines o espacios compartidos sobre cómo actuar frente a cualquier eventualidad. El conocimiento y la previsión reducen la ansiedad.

La alimentación infantil, incluso cuando está atravesada por una alergia, sigue siendo una oportunidad para descubrir sabores, compartir momentos y crecer. No se trata de vivir entre restricciones, sino de aprender a habitar el cuidado con calma y con confianza. Porque el alimento más importante siempre será el vínculo, y ese puede nutrirse en cualquier escenario.